Existen muchos Mitos que todavia seguimos creyendo es por ello que hemos elaborado nuestro Top 10 Mitos que nos Creemos Todavía.
Top 10 Mitos que nos Creemos Todavía
- Sólo usamos el 10% de nuestro cerebro. Un mito que se resiste a morir y que es incluso el punto de partidas de películas recientes como Lucy.
- Las neuronas no se pueden regenerar. Desde los años 90 hay pruebas de que el cerebro tiene capacidad de regeneración, al menos en algunos casos e incluso después de un infarto cerebral, gracias a la neurogénesis.
- Uno de los hemisferios del cerebro es dominante y eso determina si somos más artísticos o más racionales. Sí que es cierto que hay zonas del cerebro que están especializadas: el lenguaje se procesa en el hemisferio izquierdo, por ejemplo. Pero no es cierto que uno de los hemisferios domine sobre el otro, con independencia de lo bueno que sea uno con las palabras.
- Las partes de la lengua están especializadas en diferentes sabores. Aunque es algo que muchos aprendimos de niños, los receptores de sabor están distribuidos por toda la lengua.
- El alcohol te mantiene caliente. Los licores dan sensación de calor, pero el alcohol baja la temperatura del cuerpo, con lo que realmente es peligroso beber alcohol cuando hace mucho frío.
- El frío causa resfriados. Los resfriados vienen provocados por un virus que viaja por vía aérea “a través de las gotitas originadas al hablar, toser o estornudar”, no por el frío en sí.
- Y la vitamina C los previene. No hay ninguna prueba que confirme esta relación, si bien es cierto que una alimentación sana nos ayuda a mantenernos sanos y una alimentación sana incluye fruta y vitamina C
- Las uñas y el pelo siguen creciendo después de muertos. Un cadáver no puede producir nuevas células
- Crujir los dedos causa artritis. Ese ruido en los nudillos se forma por burbujas de gas que se acumulan en las articulaciones de los dedos y no tiene efectos nocivos.
- Si te tragas un chicle, tardas siete años en digerirlo. Esta advertencia que todos oímos de niños es falsa: los chicles no se quedan pegados al estómago o a los intestinos, ni tardan más en ser eliminados, a pesar de que, como recuerda Snopes, “llegan al otro lado sin cambios sustanciales”.
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